Mis manos son las mismas que cuidan de mi familia y las que cuidan a mis pacientes.
Desde muy joven aprendí que las cosas pequeñas son las más valiosas, y que con cada momento y en cada situación hemos de darlo todo.
Aunque mis principios en el mundo de la odontología fueron inciertos, me gusta pensar que cada día ayudo a mi gente, si, la gente de mi entorno, la gente que veo cada día en la calle, los que me conocen como Lekuona o como Kepa. Me muevo con soltura en ese territorio en el que lo natural y lo humilde se acompañan de la mano sin pensar.
Cuando soy dentista, soy el mismo Kepa, el mismo Lekuona, y mis manos son las mismas que cuidan de mi familia y las que cuidan a mis pacientes. Mi trabajo se ve recompensado con una solución a un problema, pero también cuando reivindican mi saludo por la calle. Eso me gusta.
Aunque acabé por casualidad en este mundo, también supe muy pronto que quería hacer las cosas bien. Mi capacidad me lo permitió, pero también la constancia y la facilidad para adaptarme a los entornos. Mis raíces son bilbaínas y mi sentimiento navarro.
Creo en la odontología como una profesión que ofrece más placeres que frustraciones, una vida profesional en la que crezco con mi gente, con mi equipo. A los que ya me conocen, decirles que gracias por estar ahí, a los que llegarán, les esperamos como mejor sabemos… trabajando con ilusión.
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